lunes, 3 de agosto de 2015

Una carrera inolvidable

Antes de empezar con este post quisiera disculparme por el retraso, pero ciertos cambios en mi vida profesional me han impedido poneros al día de las desventuras de este humilde corredor.

Comenzamos.Después de un lamentable paso por el Cross de Albufereta que me hizo pensar muy seriamente sobre mi reciente incursión en el trail, sólo quedaba pisar el freno y ultimar la preparación para la Maratón de Madrid. Sí, señores, han oído bien.
Desde que a principios de año mi compañero Urban y amigo Salva me dijo que tenía pensado estrenarse en la distancia del susodicho Filípides, pensé que elegiría Valencia para hacer su debut. Dado que, desde nuestro club, Urban Running, se organiza un viaje con todos los compañeros que corren el Maratón y la prueba de 10K que se realiza conjuntamente, creí que esto influiría en la decisión de Salva. Pero a este chico de Onil no se le ocurre otra idea que elegir Madrid, que no se caracteriza por su recorrido llano y sencillo, y no pude resistirme a la idea de compartir ese momento con él. Eso sí, sin que él supiera nada hasta el último minuto, si eso era posible.
Debido a sus circunstancias profesionales, los entrenamientos se reducían a los fines de semana y ahí jugaba yo mi papel de amigo/coach (entendido coach como entrenador, que los que me conocen saben de mi odio infinito al retorcido uso de esa palabra para vender charlatanería barata) Teniendo en cuenta el recorrido de la maratón de Madrid que colocaba casi ocho kilómetros de subida entre el 34 y el 40, planteamos dichos entrenamientos intentando simular esa dificultad acabando las tiradas largas cuesta arriba. Terminados los entrenos, todo quedaba en manos de Salva y de su fuerza mental para afrontar una distancia tan compleja y agradecida como ésta.
En esta aventura madrileña no sólo estábamos Salva y yo, sino que nos reunimos varios integrantes de los Urban Runners. Y prestos y dispuestos nos marchamos hacia la capital. Una vez repartidos en los hoteles que teníamos reservados, nos reunimos para acercarnos a la Casa de Campo para recoger nuestros dorsales y la bolsa del corredor para disfrutar del resto de la tarde por Madrid.
Gracias a Ana, la sonrisa Urban, tuvimos la gran suerte de coincidir en el hall del hotel con un mítico entrenador y representante de corredores como Miguel Ángel Mostaza, que se encargaba de llevar a la élite africana en esta maratón. Casualmente, había sido entrenador y representante también de nuestro presidente, José Manuel Albentosa y de nuestra entrenadora Marlen Estévez. No nos costó mucho que nos dejara ir con él y la troupe africana en su autobús hasta el Recinto Ferial.

Esto es lo más cerca que íbamos a estar de la élite en esta carrera,jejeje!
No sólo nos ahorramos el trayecto hasta allá, sino que además evitamos la cola kilométrica que se produjo por una mala organización de la seguridad del recinto. Sin dejar de alucinar por la gran suerte que teníamos recorrimos la feria del corredor sin parar de hacernos fotos de grupo y con atletas de las talla de Chema Martínez y Roberto Parra. Éste último, encargado del grupo Urban de Madrid. La vuelta al hotel, como no podría ser de otra manera, la hicimos también con Mostaza y su gente.
Después de comer y descansar en el hotel, salimos a cenar en un restaurante cercano. Los nervios y las dudas eran palpables. No sólo Salva, otros dos compañeros debutaban en la prueba de los 42k y cada uno tenía sus propios miedos, inquietudes, temores... y es que la distancia lo requiere. Hay que estar muy preparado y concentrado para afrontar este reto, no es algo que se deba tomar a la ligera. Salva estaba realmente nervioso, pero no más de lo que hemos estado todos cuando nos hemos enfrentado por primera vez a esta distancia. Afortunadamente, entre risas, pasta y alguna copa de vino relajamos el ambiente y nos fuimos a dormir temprano con el único miedo de que al día siguiente cayera un diluvio.

Menudas caritas la noche anterior
Y así fue. El día se despertó cubierto de una gran masa de nubes que no tardó en romper a llover. La lluvia no es uno de los fenómenos que me asusten a la hora de correr, todo lo contrario, me encanta la sensación de no saber si lo que me moja es mi sudor o el agua que cae. Así que con las primeras gotas nos dirigimos a la salida para mezclarnos con la marea de gente que se había dado cita para correr las tres distancias de la prueba: Maratón, Media Maratón y 10K.
Vaya pintas, no se si corremos o recogemos marisco.....
Como por arte de magia, la lluvia paró. Como si existiera un Dios corredor que nos concediera un deseo. Pero sólo duró un suspiro y justo al dar la salida volvió a caer una fina lluvia que nos acompañaría ya toda la prueba. Y hasta ese momento Salva no tenía ni la menor idea de que yo iba a compartir todos sus kilómetros junto a él, seguía creyendo que iba a hacer el Medio Maratón. Y comenzamos a correr por las calles de Madrid.
El ritmo en los primeros momentos era lento, dada la gran cantidad de corredores que se había dado cita ese día. Llevábamos un grupo compacto con Raquel, Ana, Salva, Jordi, Luis y yo. En esos primeros instantes nos cruzamos con gente tan ilustre en esto del atletismo popular como Alma Obregón o parte de los Drinking Runners. Y así vamos pasando los kilómetros y ya casi no se nota que no ha parado de llover desde la salida.
Y llegamos al momento clave de la carrera: el kilómetro 13. En ese punto se separan la Maratón de la Media y allí debía separarme de Salva, Jordi y Luis o eso creía Salva. Todos conocían mi intención real menos él. Así que, le hice creer que me iba con Raquel y Ana hasta que en el último momento las dejé marchar y me uní a los chicos. No sé cómo describir la escena ni la cara de Salva cuando se dio cuenta de que iba a cruzar la meta con él. Pero es un momento que recordaré durante mucho tiempo y uno de los mejores que he vivido en el tiempo que llevo corriendo.
Otro de esos momentos inolvidables fue cuando llegamos a la Puerta del Sol. Conforme pasábamos por la calle Preciados y nos acercábamos a Sol se podía sentir una fuerza especial que a mí, personalmente, me aceleró el ritmo, aflojándolo después para no hacer sufrir a Salva más de la cuenta. Me recordó a esas etapas en la que los ciclistas se ven rodeados por aficionados que les animan e impulsan a escalar el puerto de montaña.
Y poco después llegamos a la mitad del recorrido y Salva no daba señales de molestia alguna. Todo iba bien, extraordinariamente bien. Si alguien nos hubiera dicho que íbamos a correr 42 kilómetros entre risas y cachondeo bajo una lluvia incesante, no me lo hubiese creído. Acumulábamos kilómetros sin apenas esfuerzo, aunque sí con alguna parada "técnica" que nos hacía separarnos temporalmente para después reagruparnos. Como cuando llegamos al Balcón de Rosales, un rincón espectacular de Madrid completamente verde y que sorprende por estar tan cerca de la ciudad.
Otro momento especial llegó cuando entramos en la Casa de Campo. Fueron cuatro kilómetros por uno de los "templos" del running junto con el Parque del Retiro. Es uno de esos escenarios de los que has oído hablar en multitud de ocasiones. Allí la lluvia nos dio una tregua, debido más que nada a la cantidad de arboles que había y que frenaban la lluvia. Y aquí también tuvimos un encuentro curioso: nos cruzamos con un corredor del club de La Foia, de Onil.
Salimos de la Casa de Campo y nos acercamos a la parte más dura de la carrera. Desde el kilómetro 33 hasta prácticamente la meta se recorre una subida constante y pronunciada. Justo cuando el corredor más necesita el llano y la cuesta abajo, en Madrid tienes todo lo contrario. Aunque me esperaba que fuera algo más dura,  hay que reconocer que este tramo se me clavó en las piernas. 
En el kilómetro 34 tuvimos que despedirnos de Jordi debido a un contratiempo intestinal (lo siento Jordi, pero no he encontrado una forma más fina de decirlo) que le hizo meterse en el aseo de un bar. Seguimos corriendo, pero aflojamos el ritmo para dar tiempo a Jordi a pillarnos. Viendo que no era posible y que ni Salva ni ninguno de nosotros estábamos dispuestos a cruzar la meta sin él, decidimos pararnos en seco. Sólo nos faltaban dos kilómetros para llegar, pero esta era una aventura de equipo y como tal la íbamos a terminar. Afortunadamente, no pasó mucho tiempo hasta que volvimos a ver a Jordi y de nuevo la emoción inundó el instante y nos dejó la piel de gallina al vernos de nuevo corriendo los cuatro juntos.
Del kilómetro 40 hasta que entramos en el Retiro apenas guardo recuerdo.Pero lo que nunca olvidaré es la imagen del resto de compañeros y compañeras Urban gritando y animando, pegados a la valla y aguantando el chaparrón para vernos llegar. Y como no podía ser de otra manera, llegamos a la meta, cogidos de la mano y dando el saltito característico de nuestro compañero Salva, con el que termina todas la carreras. Abrazos, alguna largimilla contenida....
Llegando a meta despues de cuatro horas bajo la lluvia, quien lo diría....

Sin duda,esta ha sido una carrera inolvidable por varios motivos, pero el principal ha sido comprobar hasta qué punto este deporte une a las personas. Cuatro tipos sin casi nada en común, únicamente su afición por correr recorrieron 42.195 metros bajo una lluvia torrencial.
Especial mención hay que hacer a la figura de Luis. Un compañero Urban con mayúsculas, capaz de hacer este mismo recorrido en menos de 3 horas y que supo sacrificar su ritmo diabólico para acompañarnos en esta aventura.
Jordi, que venía de hacer la maratón de Sevilla apenas dos meses antes, sacó fuerzas de flaqueza para compartir esta experiencia.
Salva, un tipo que asegura que corre para poder hartarse a comer y no morir de un infarto, se plantó en la capital madrileña, habiendo entrenado apenas lo justo, después de intensos meses de trabajo y se cascó un maratón completo en las piernas. Sin prisas pero sin pausas, sin quejas y con una sonrisa en la boca (lo que es raro en él) y con la suficiente desfachatez para decirnos que íbamos muy lentos, jejeje!
Y yo, que hacía mi cuarto maratón sin apenas quererlo, sólo con la idea de acompañar a Salva en su estreno, y acabé disfrutando como un enano. No hay una sola foto en la que no salga sonriendo.
Sé que esto está quedando muy largo, pero la carrera lo merecía. Creo que durante mucho tiempo se hablará de este maratón. Al menos permanecerá en mi recuerdo mucho, mucho tiempo.

What´s next?

2 comentarios:

  1. Acabo de encontrar tu blog por pura casualidad (enlace en un artículo del Información) y me ha encantado esta crónica. Soy de Elche, aunque ahora vivo en Altea. Espero que coincidamos en alguna carrera y poder saludar a ese grupo tan majo que hacéis.

    Saludos,
    Rafa

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